A la hora de elegir los sistemas de alumbrado urbano hay que tener en cuenta dos factores: si por un lado se requiere atención hacia el consumo, que debe reducirse para que no tenga un impacto excesivo en las cuentas de los municipios y hacer las ciudades más sostenibles, por otro lado los ciudadanos buscan tecnologías en las ciudades en las que habitan que les ofrezcan seguridad, pero que también sean capaces de marcar sus ritmos diarios.

La iluminación urbana puede contribuir a la generación de bienestar tanto para el medio ambiente como para las personas, y para lograr este objetivo cada vez es más importante adoptar enfoques de iluminación eco céntricos y centrados en el ser humano.

Con un creciente interés en los temas de la crisis climática y la necesidad de contener el gasto destinado al consumo, las tecnologías modernas que explotan la electricidad, el gas y el agua han cambiado el enfoque, de satisfacer las necesidades humanas (la historia nos ha enseñado que esta visión antropocéntrica, si no se controla, puede dañar gravemente el planeta) a salvaguardar el planeta.

Al tratar el tema de la iluminación urbana, se ha puesto de relieve que la iluminación nocturna actual es excesiva, con el objeto de permitir que las personas aprovechen las áreas urbanas en cualquier momento. Esto a menudo resulta ser una amenaza para la biodiversidad y las investigaciones recientes muestran, en este sentido, que la evolución de muchos animales se ha visto comprometida precisamente por la iluminación artificial.

Una iluminación que pueda definirse como ecosostenible no solo debe tener en cuenta la reducción del consumo y las necesidades de los seres humanos, sino también las de los animales y las plantas, que contribuyen a la biodiversidad y también al bienestar de las personas.

La gestión de la iluminación nocturna también es una cuestión de seguridad. De hecho, muchas personas viajan de noche, por trabajo o por placer, y las carreteras bien iluminadas pueden salvar muchas vidas. La visibilidad debe ser siempre la óptima para el paso de vehículos, para ver el curso de la carretera y cualquier obstáculo. Sin embargo, la iluminación para los humanos también es motivadora para la agregación. Cuando hay luz, durante el día, las personas salen de casa, socializan, hacen compras, mientras que por la noche, tienden a pasar tiempo descansando en sus hogares. Si pensamos en los países del norte de Europa, en invierno las actividades cierran antes y después de la puesta de sol hay menos público fuera de sus hogares.

El alumbrado público permite reproducir una situación diurna, haciendo que las personas vivan más tiempo fuera del hogar, realizando actividades comerciales y de socialización. Si por un lado la luz, incluso de noche, mantiene viva la sociabilidad, por otro lado podría generar una contaminación lumínica importante si se gestiona mal.

Las necesidades urbanas modernas requieren, como hemos visto, una iluminación constante y es por esta razón que cada vez es más imprescindible pensar en el bienestar del medio ambiente, la flora y la fauna.

El 80% de los animales que viven cerca de nuestras ciudades son nocturnos y la iluminación puede comprometer sus actividades de caza y supervivencia. Sin embargo, el ser humano de hoy también vive durante las horas nocturnas, por ocio, pero sobre todo por trabajo.

Afortunadamente, existen soluciones que le permiten adoptar un enfoque ecocéntrico y centrado en el ser humano. Por ejemplo, se pueden adoptar sistemas de iluminación inteligentes que se activan y desactivan solo cuando los sensores con los que están equipados detectan el paso de una persona o un medio de transporte. Esta tecnología garantizaría la oscuridad total en las noches en las que el paso es muy limitado y también reduciría el consumo eléctrico cuando no se necesita.

Entre las otras soluciones utilizadas en la gestión del alumbrado urbano, encontramos el uso de LED para contener el consumo, consolidado tras la obsolescencia de las fuentes luminosas tradicionales, con la posibilidad de seleccionar un color e intensidad, capaces de ofrecer una visibilidad óptima incluso de noche.

Otra cuestión a tener en cuenta es el color, la dirección, el espectro y la intensidad de los LED. Los diseñadores que quieran instalar sistemas de iluminación sostenibles que ofrezcan el mejor rendimiento en términos de funcionalidad y consumo, pero también permitir que los animales nocturnos realicen sus actividades sin obstáculos, deben evaluar cuidadosamente las características del territorio, identificando las fuentes capaces de tener un impacto mínimo en el ecosistema.

Por lo tanto, será necesario optar por sistemas de iluminación bien dirigidos, para evitar el desperdicio de luz hacia el hemisferio superior, regulables para no iluminar excesivamente durante las horas de luz, equipados con luz blanca cálida que es la que menos impacto tiene en la biodiversidad.

Las nuevas tendencias también incluyen la instalación de sistemas que se pueden desmontar fácilmente, para que sea posible reemplazar componentes que podrían sustituir por otros futuros más eficientes.