Las plantas de producción inteligentes han alcanzado altos niveles de complejidad. Para garantizar la mejor gestión de la energía y los costes, es crucial cuidar todos los aspectos de su eficiencia energética. En este artículo veremos juntos en qué áreas es posible intervenir para alcanzar los mayores niveles de ahorro y seguridad gracias a completos sistemas de sensorización y automatización.

Una planta de producción inteligente es tal porque en su ecosistema existen sensores ambientales, sistemas de iluminación inteligentes, infraestructuras de distribución y gestión de energía en red, que se comunican entre sí para garantizar la seguridad y la eficiencia energética.

Las plantas productivas modernas tienen características individuales y específicas que dificultan cualquier generalización. Por tanto, veremos tres grandes áreas de intervención: la eficiencia energética de la planta de producción, la seguridad del sistema eléctrico y la capacidad de gestión del sistema de iluminación.

Todas las plantas productivas tienen necesidad de energía eléctrica que se utiliza para alimentar casi todos los aspectos de la misma. Gran parte de esa energía se destina a los sistemas y tipo de producción. Las máquinas grandes y los procesos mecánicos complejos consumen mucha energía, por lo que los ahorros sólo pueden ser marginales.

En cambio, es posible ahorrar en aspectos generales, como la regulación térmica de cada ambiente, mantener una temperatura media y evitar repetidos e ineficaces encendidos.

Los sensores pueden ayudar a regular la temperatura de un recinto según su tamaño y la cantidad de personas presentes. Si la presencia de personas es alta, se calcula el aporte de calor corporal y se baja la temperatura en consecuencia. También son capaces de prevenir cambios violentos entre un entorno y otro, por la salud de los trabajadores.

La luz solar también juega un papel importante en la eficiencia energética. Los sensores y la automatización permiten optimizar la temperatura y la iluminación calculando su contribución en las distintas fases del día y del año.

Un sistema de calefacción que se enciende diez minutos antes de que lleguen los trabajadores (en lugar de treinta minutos antes) puede generar ahorros significativos a lo largo de un año.

En los grandes departamentos de producción, sin embargo, es fundamental elegir luminarias LED de última generación, equipadas con sistemas de equilibrio del consumo en función de las necesidades de la planta y de sus ciclos de producción.

La iluminación de las zonas de producción no puede depender de las variaciones de la luz solar. Es mejor confiar en la iluminación artificial, que hoy en día es mucho más que una fuente de luz. 

La iluminación inteligente representa un valioso aliado capaz de contribuir a la eficiencia del consumo y monitorear el entorno industrial con sensores integrados en cada luminaria. 

Estos permiten regular la intensidad, corregir la iluminación insuficiente, programar el encendido y apagado, recopilar información sobre la humedad, la calidad del aire, pero también imágenes de videovigilancia, convirtiéndose en los centros neurálgicos de todo el sistema. 

Y es precisamente esta versatilidad la que hace que la iluminación inteligente sea adecuada para la sinergia con el resto de sistemas de una planta de producción moderna, donde las necesidades sociales y productivas evolucionan rápidamente. 

La flexibilidad y el ahorro crecen aún más con el enfoque Lighting As A Service (LAAS) que consiste en concebir la iluminación como un servicio completo: junto con la compra de un sistema es posible tener planificación, mantenimiento, servicio financiero y mucho más, sumando o restando, una única oferta según sea necesario. 

Hoy en día podemos distinguir entre dos tipos principales de iluminación inteligente: la cableada y la inalámbrica.

Los sistemas de iluminación inteligentes cableados permiten amplias posibilidades de personalización , incluida la cantidad de luz y el control manual de los niveles de brillo. Aquí se logra el ahorro energético gracias a la posibilidad de mantener una temperatura media constantemente monitorizada, y con costes de instalación claros es posible recuperar rápidamente la inversión.

Los trabajos de cableado pueden requerir intervenciones intensivas, pero garantizan un nivel de personalización total.

Un sistema de iluminación inteligente inalámbrico permite una rapidez de control y configuración, realizado desde cualquier dispositivo conectado a internet. La integración de sistemas es menos personalizable, pero conectar nuevos dispositivos es muy rápido.

Las inversiones son menores y el retorno de la inversión es más rápido, porque las conexiones inalámbricas no requieren intervenciones laborales invasivas.

Otro aspecto en el que las tecnologías inteligentes marcan la diferencia en la planta de producción es la seguridad de personas y maquinaria.

Los contextos industriales ligeros presentan una mezcla entre sistemas automatizados y trabajadores: aquí se debe garantizar un proceso de seguridad para ambos a través de un sistema de gestión del sistema eléctrico capaz de intervenir en caso de problemas.

Los cuadros e protecciones deben tener sistemas de control e información claros y deben ser capaces de gestionar tanto procesos ordinarios como picos de consumo de energía.

Garantizar la continuidad del servicio incluso en presencia de cortes permite continuar la actividad productiva de las secciones de una planta inteligente y mantener activos los sistemas de sensores que ayudan a garantizar la seguridad.

Como hemos dicho, cada contexto industrial es diferente: el sistema eléctrico debe adaptarse a condiciones extremas, ofrecer ajustes de precisión y cumplir con altísimos estándares de calidad y seguridad constructiva.

Una planta de producción inteligente es un sistema complejo y lleno de particularidades, en el que es crucial que todos los elementos se comuniquen rápidamente entre sí.

Para que esto suceda es necesario contar con dispositivos, sensores y automatismos de alta calidad, capaces de adaptarse a los cambios del mercado, aprovechar al máximo los recursos y responder a las necesidades dinámicas que requiere una planta de producción moderna.